Me sobrecoge este paisaje, tan frecuente aquí y ver esta salina, de la época romana, cuyos tablones de madera están ya casi abandonados a su suerte, sin saber ni cómo han resistido a la interperie.
Como ocurre con las casas de pescadores. Siguen quedando estos rincones, un poco recónditos, en la Bahía.
Unas
pequeñas barquitas se mantienen, porque los abuelos aún salen a pescar o
porque han transmitido esta tradición a sus hijos o nietos, como
estilo de vida, y porque la falta de trabajo aquí hace que la gente sepa
vivir con lo que tiene y sacarle al mar ricos manjares.
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